Experiencia Kundalini (II)

Beneficios del yoga y mi experiencia personal en la práctica de Kundalini yoga. Entre otras cosas.

jueves, junio 08, 2006

DANZAD, DANZAD…

Tenía pendiente hablar de la clase de danza del vientre, o danza oriental, que disfrutamos la semana pasada en el centro donde, habitualmente, voy a practicar yoga. Personalmente, me hacía mucha ilusión y no quería perderme esa oportunidad.
Como ya expliqué una vez, comencé a hacer yoga porque ya no había plazas para el cursillo de danza del vientre. Pregunté en tres centros y en los tres estaban a tope y ya no aceptaban más gente. Así que me apunté a mi segunda elección. La tercera hubiera sido tai-chi… ¿qué hubiera pasado si tampoco hubiera sido posible apuntarse a yoga o los horarios hubiesen sido incompatibles con los míos? Nunca lo sabré.
La profe llegó unos minutos más tarde que yo, aunque la clase anterior de yoga aún no había terminado y estábamos charlando sentadas en la salita. Es una chica delgada, no muy alta, con el cabello largo y un acento que me llevó a pensar que es uruguaya. Mientras esperábamos, estuvimos hablando de bicicletas.
La clase fue muy divertida y no paramos de reír. Como era una clase de prueba, la profe probablemente intentó hacer una especie de monográfico muy completo. Comenzamos con movimientos de brazos. Mientras ella los movía con gracejo y suavidad, yo parecía estar matando moscas. Después vino lo de hacer círculos e infinitos con la cadera. Parece fácil, pero no lo es. Lo que resulta increíblemente fácil es perder el ritmo y que en vez de un 8 infinito te salga un boniato. No habíamos aún conseguido hacer unos ocho -por llamarlos algo- medianamente decentes, cuando pasamos a la siguiente etapa: mover los brazos a la vez que movíamos las caderas en círculo. ¡Qué fácil desacompasarse! Durante un buen rato, nos enseñó los movimientos más primordiales. Me admiraba lo fluido de su forma de moverse, que hacía parecer fácil lo que luego yo ejecutaba como si estuviera pisando hormigas y matando moscas. La danza del vientre tiene movimientos que resultan muy femeninos, pero como no estábamos acostumbradas nos sentíamos como elefantes en una cacharrería.
Y cuando la profe consideró que ya nos había dado bastante la lata con los movimientos, solos o combinados, intentó enseñarnos una coreografía simple pero divertida.
Aún la recuerdo de memoria, aunque no puedo tararear la música que seguíamos (que era muy chula). Quizá no resultábamos un grupo muy vistoso ni lo hacíamos bien. Chocábamos entre nosotras o nos equivocábamos de paso y teníamos que improvisar para seguir al grupo. Pero ¿y lo que nos reímos? Repetimos la coreografía varias veces, con las mandíbulas doloridas de tanto reír.
Al final, terminamos improvisando bailes la mar de divertidos, probablemente con poco que ver con la danza oriental salvo por ella, claro.
Quizá no éramos unas odaliscas magníficas y probablemente despertábamos más carcajadas que admiración, pero nos lo pasamos genial. Salí de la clase con la sonrisa pintada en el rostro y la mar de relajada.
Parece que, finalmente, las clases se impartirán el único día que yo no puedo ir (al resto, es el día que mejor les va) y es probable que mi experiencia con la danza del vientre se quede ahí, en esa primera clase de prueba. Aunque nunca se sabe. Yo sigo empeñada en hacer un cursillo.


¿Dónde aprender danza del vientre?
Además de que prácticamente todos los centros cívicos tienen un cursillo de danza del vientre a precios asequibles, he estado buscando por Internet algunos centros que me han parecido interesantes:
Odalisca y El Karnak (en Madrid)
Si buscáis por Internet, encontraréis opciones para la mayoría de poblaciones.
Y, por supuesto, si buscáis más información, os animo a visitar el blog de Nia. Siempre explica cosas la mar de interesantes.

La ilustración la he encontrado en Internet. Podéis visitarla y bajarosla como fondo de pantalla aquí.

martes, junio 06, 2006

UN ANGEL LLAMADO SNATAM

Prometí un artículo sobre el concierto y hoy, después de tres días, me animo a hacer un pequeño resumen de cómo viví la noche íntima de música con Snatam Kaur.
Llegué alrededor de las ocho a la Basílica de Nuestra Señora del Pi y mi amiga ya me esperaba entre la multitud que se apiñaba en la puerta. Unos amigos suyos nos estaban guardando sitio y entramos enseguida para ocupar nuestros lugares. No estábamos muy cerca del escenario y, para colmo, apenas podíamos ver a Snatam desde allí, porque las cabezas de nuestros vecinos de delante nos tapaban completamente el escenario. Mala suerte. Aunque peor la de otros que buscaban desesperados un rincón donde sentarse y lo tenian muy difícil. Según mi amiga se habían vendido unas 800 entradas y podéis imaginar que aquello estaba muy muy lleno. Nosotros éramos cuatro y el banco daba para cinco, así que más de una pareja buscando un espacio tuvo que rendirse ante la evidencia que, por mucho que nos apretáramos, no íbamos a caber. Una chica, finalmente se sentó con nosotras, mientras su acompañante encontraba un espacio unos bancos más adelante.
El concierto empezó puntual. Snatam Kaur vestía de blanco, como siempre, impoluta, como un angelito. Rosario, la presentadora –y traductora- del evento es la esposa de uno de los profesores más reconocidos de Kundalini Yoga, Hargobind Singh. Nos habló de cómo se había organizado el evento y de la ilusión que todos, en ese instante, compartíimos todos con ella. Una presentación muy emotiva que dio paso a una de las canciones más conocidas de Snatam Kaur,
Ek Ong Kar. Y, desde ese momento, la iglesia se llenó de la voz dulce pero potente de Snatam que no cesó de animar a todos a participar. Al principio tuve la sensación de que a la gente le costaba arrancarse, pero pronto muchas voces se unieron en los estribillos y la iglesia se llenó de voces coreando las canciones.
Entre canción y canción, Snatam dedicaba unas palabras que eran simultáneamente traducidas al castellano aunque, muchas veces, fuera innecesario. Snatam habla con un inglés increíblemente claro e incluso se animó a hablar un poquito en castellano.
Es difícil explicar las sensaciones que fluyeron durante el concierto. Y quizá la última hora u hora y media fue la más intensa. Snatam no sólo nos animó a cantar con ella, diciéndonos que quería escuchar nuestra voz, sino que casi nos dio una clase de kundalini. Levantamos las manos, inhalamos, exhalamos, participamos, cantamos, nos dimos las manos, cerramos los ojos, disfrutamos de la música. Cantamos juntos “
Ra ma da sa”, el primer mantra que canté en una clase, el que me descubrió definitivamente el Kundalini y me animó a ir más allá de las clases en el centro cívico.
Nos pasó el tiempo volando. La chica sentada a mi izquierda me preguntó la hora durante el concierto y me sorprendió descubrir que eran las diez de la noche y que había perdido completamente la noción del paso del tiempo.
El concierto terminó con todos de pie vitoreando a Snatam Kaur. Fue un concierto increíble y, como se acostumbra a decir de KY, se creó allí mucha energía. Y, sin duda, todos (o casi todos) nos fuimos con la sensación de haber compartido algo delicioso.
No me fue posible conseguir una foto de Snatam Kaur (de cerca) y las que hice, la verdad, no quedaron muy bien, porque mi cámara no es nada del otro jueves y la poca luz de la sala no ayudaba a que la pobre (cámara) fuera capaz de más. Pero los mejores recuerdos los guardo en la memoria.

Sólo hubo un detalle que nubló la emoción. El grupo de personas que teníamos delante nuestro no sólo no participó con el resto sino que, para mi sorpresa, se pasaron la mayor parte del rato hablando entre ellos e incluso riéndose. No encontré nada que pudiera provocar un ataque de risa como el de la chica que estaba delante nuestro, que no paraba de reír. ¿Qué había un hombre vestido a la usanza hindú bailando en los bancos más cercanos al escenario? A mi no me pareció motivo de risa aunque fuera llamativo. Mientras todos vitoreábamos a Snatam Kaur, a Guru Ganesha (que contó algunas anécdotas simpáticas) y al chico que les acompañaba (no recuerdo su nombre, pero estaba en el lugar de Krishan), ellos hicieron una salida rápida, permitiéndonos ver un poco mejor el escenario.

viernes, mayo 26, 2006

OLORES DE TODOS LOS SABORES

Uno de los olores característicos de una sala donde se dan clases de yoga es el del incienso. A mi me encanta, aunque conozco gente a la que el perfume del incienso llega a ofenderles, como si en vez de estar perfumando el ambiente hubieras decidido fumigarles. Si les pones una varita, a los pocos minutos ya están estornudando, tosiendo y poniendo caras raras.
Uno de los consejos que se acostumbran a dar en cuanto a la etiqueta de clase es no ofender con olores o fuertes perfumes a los que te rodean. Los perfumes, por buenos que sean, pueden ofender nuestras pituitarias si son excesivamente fuertes e intensos. Y otros olores que habitualmente podemos encontrar en una clase son el olor a pies, que puede resultar tan desagradable para el que lo padece como para los demás, y el olor a sudor cuando los ejercicios han sido especialmente intensos. Ayer, sin ir más lejos, hicimos una kriya cortita pero que nos –me- hizo sudar de lo lindo. Especialmente terminé empapada con el calentamiento, que consistió en hacer cuatro o cinco veces –perdí la cuenta- el saludo al sol. El enlace lleva a una variación del que hicimos.
Inhalas subiendo los brazos por los costados hasta que las palmas queden sobre tu cabeza un poco separadas una de la otra, y luego las llevas a la posición de rezo exhalando. Inhalas en esa posición y exhalas bajando suavemente hasta tocar el suelo con las puntas de los dedos. Inhalas estirando las piernas y subiendo la cabeza, exhalas doblando ligeramente las piernas y tocando el suelo con las palmas de las manos. Inhalas, das un salto y te quedas en ¿pirámide?. Exhalas bajando la pelvis hacia el suelo suavemente hasta quedar en la posición de la cobra. Te quedas respirando largo y profundo en esa posición unos instantes. Luego, saltito y postura del triángulo, con las plantas de los pies bien apoyadas en el suelo. Respiras largo y profundo, luego un saltito para colocar los pies junto a las manos. Finalmente inhalas subiendo la espalda suavemente vértebra a vértebra y terminas con una exhalación en postura erguida. Bueno, más o menos fue así, aunque era la segunda vez que hacía el saludo al sol y no tengo mucha práctica.
Pero hablaba de olores. Hace una semana tuvimos la mala suerte de que habían pintado en una habitación contigua a la sala de yoga y un fuerte olor a disolvente se colaba en clase. Una chica, al poco rato, pidió que se pusiera más incienso porque el olor resultaba bastante penetrante. Yo estaba bastante alejada de la puerta y del lugar del que procedía dicho olor, porque había llegado un poco tarde y mis sitios favoritos estaban todos ocupados. Me tocó extender mi pareo junto al podio del profe (para que vea lo mal que lo hago, jeje) pero a pesar de la distancia, al rato tenía una sensación desagradable. Y eso que hicimos casi todos los ejercicios respirando por la boca (no sé si fue aposta) y supongo que, de esa forma, el olor a disolvente es menos agresivo. Pero, al salir de clase, tenía una especie de sensación que yo calificaría “de globo”. Salí entre flotando y andando.
Una de las cosas que más me gustan, en cuanto al sentido del olfato, es el perfume suave a incienso del que se impregna mi ropa de yoga. La saco de la bolsa y me la acerco a la nariz ¡huele tan bien!
Por cierto, ayer hicimos una meditación interesante que ya habíamos practicado en una clase anterior con un mantra distinto: en postura fácil, las manos en el mudra de oración a unos 8-10 cms del nacimiento de la nariz y respiración larga y profunda. Luego me quedan los brazos hechos cisco pero mi profe asegura que una vez traspase la frontera, seré capaz de estar todo el tiempo que quiera.

domingo, mayo 14, 2006

MEHNDI

Este fin de semana me he dedicado a leer cositas sobre este arte que tiene su origen en la India y países del Medio Oriente. Se trata de la decoración corporal con henna o alheña, el mehndi.
Todo comenzó con una conversación entre mi amiga S. (la chica del Punjab) y yo. Ella acostumbra a pintarse las manos o los dedos con henna de vez en cuando. A veces con diseños muy simples y otras con intrincados patrones tipo encaje. Y lo que más me sorprende es su habilidad para hacerse tanto la mano derecha como la izquierda. Le pedí que me hiciera un tatuaje con henna un día de estos y ayer, mientras yo estaba de visita en su casa y charlábamos, cogió el aplicador y me hizo el diseño que podéis ver en la foto.
La henna o alheña es un tinte muy potente. La henna es el producto de secar y pulverizar las hojas de una planta, la Lawsonia Inermis. Hay un tipo que se usa para teñir el pelo (o para mascarilla capilar) y otro que es el usado para el tinte corporal. Su uso en Egipto data de hace unos cinco mil años y fue introducido –según he leído- en la India hace unos dos mil por árabes musulmanes. El arte de pintar con henna el cuerpo se conoce en la India como mehndi y actualmente está convirtiéndose en una moda en los países occidentales, con el uso de la henna para tatuajes temporales.
Normalmente la henna tiñe de color marrón anaranjado, salvo que lleve ingredientes añadidos para oscurecerla o variar su color. En teoría, es un tinte permanente, salvo porque nuestra piel se exfolia y poco a poco el color del diseño va difuminándose hasta desaparecer, ya que tiñe las capas superficiales de la epidermis. Su duración, dependiendo de muchos factores (el calor corporal, el tipo de piel, la frecuencia con que se laven las manos, el tipo de jabón que se use habitualmente, etc), puede variar entre una y tres semanas, aunque a algunas personas puede llegarle a durar más. Los diseños más duraderos son los que se realizan a lugares donde la piel es más dura, como por ejemplo en el dorso de las manos o en los pies, lugares tradicionales para estas decoraciones. Un mehndi divertido para el verano puede ser uno realizado alrededor del ombligo. He visto algunos diseños y quedan muy bien.
La henna es considerada sagrada y de gran importancia en ceremonias nupciales de diversos países, entre ellos la India. En la India, hay una creencia o un dicho que explica que en los intrincados diseños de mehndi de la novia está escrito el nombre del novio. Si este no es capaz de encontrarlo, la novia será la que llevará el control en el matrimonio.
La henna simboliza el amor entre los cónyuges y también tiene relación con la fertilidad, además de que se le reconocen propiedades refrescantes, terapéuticas e incluso mágicas.
La decoración con henna, el mehndi, es todo un arte. Los diseños varian según su procedencia, desde los geométricos de Marruecos al tipo encaje de la India. Los tatuajes con henna no duelen, ya que no se utiliza ninguna aguja en el proceso, te dan una sensación refrescante y huelen muy bien. El que me aplicó mi amiga tenía un fuerte olor a eucalipto que resultaba tremendamente agradable. Los tatuajes con henna pueden ser de muy simples a realmente complicados y, di uno tiene suficiente habilidad pueden ser hechos por uno mismo/a. De todas formas, yo aconsejaría practicar un poquito antes, puesto que sacarse con rapidez la mancha de henna puede ser dificil cuando el diseño ha quedado mal.
Cuerpo adornado: henna, piercings, etc.

lunes, mayo 08, 2006

VIBRAR, CANTAR E IMPRESIONES VARIAS

Tres mantras que no debemos repetir nunca:
- No sé.
- No puedo.
- No es el momento.
Yogui Bhajan

En la última clase me fijé que el profe llamaba a cantar “vibrar” y me gustó esa manera de decirlo. Habla Rafa en su blog de los mantras y ofrece una selección de los más habituales en clase. Los principales serían aquellos que se usan para iniciar la clase (el de conexión y el de protección) y el de cierre (Sat Nam, que significa algo así como “la Verdad es su Identidad” según me informa mi amiga sikh). Pero hay muchísimos.
Cuando comienzas a hacer yoga, eso de cantar se te hace un poco raro. Pero conforme vas a clase y vas aprendiendo los mantras, es algo que termina convirtiéndose en parte de tu día a día. No es raro que yo vaya canturreando un mantra mientras trabajo, caminando por la calle o incluso mientras plancho. Un día incluso me desperté cantando el “Mool Mantra”. Fue como despertar de un sueño especialmente agradable.
Comentaba con una de mis nuevas profes que lo mío con el bel canto es un espanto, y ella –optimista donde las haya- me comentó que seguro que trabajando el 5º chakra terminaría por afinar mejor. Eso espero.
Hay algo que he observado en las clases a las que he asistido. Si tienes la sensación de que todos cantamos a una (que no quiere decir que cantemos bien sino que sincronicemos bien), te sientes mejor al salir de clase.
Hacía días que no comentaba nada de mis clases. Una de las profesoras con las que me inicié en el centro donde asisto ya no nos da clases y eso ha cambiado un poco la rutina. Reconozco que aunque me había acostumbrado a su forma de hacer, sus clases me resultaban especialmente dificultosas. Pasábamos mucho rato sentados en la postura fácil (que no lo es) con lo que la pierna izquierda tendía a dormírseme. Y duele. Así que agradezco que el profesor o profesora dinamice un poco eso de las posturas. Si estás un ratito en la postura fácil pero luego te sientas en la postura de la roca, o haces el gato-vaca y luego vuelves a la postura fácil, las piernas te lo agradecen (y las ingles, especialmente). En sus clases, apenas me daba tiempo para estirar las piernas entre ejercicio y ejercicio, lo que me dejaba siempre hecha un pequeño cuatro.
Una postura que aún me resulta algo incómoda es la del celibato, aunque con un cojín para subir un poco las posaderas el alivio es suficiente para poder realizar el ejercicio correspondiente sin tener la sensación de que las piernas se te despegarán de un momento al otro.
En una de las últimas clases volvimos a hacer el arado. Me resulta complicado hacerlo en clase. Yo creo que es más un tema de miedo porque lo probé en casa y conseguí hacerlo un poco mejor. Cuando era una tierna infante muchas de las posturas que hacemos en yoga las hacía sin pensar: la postura del celibato la hacía incluso estirada en el suelo, me encantaba hacer el pino sobre la cabeza (entonces subía las piernas a pulso, cosa que ahora soy incapaz) y el arado, por descontado. Entonces no sabía nada sobre yoga pero la elasticidad que tienes cuando eres un crío te permite hacer cosas que luego no parecen para nada fáciles. Por eso, quizá, cuando descubres que puedes volver a hacer alguna de esas posturas olvidadas con cierta facilidad, te sientes bien. Estás ganando elasticidad y sólo el saberlo te hace sentir mejor contigo misma.

lunes, mayo 01, 2006

SAT SRI AKAL

Os invito a visitar mi blog de carácter general, Vestida por el mundo, en el que hablo de un poco de todo, para leer sobre mi experiencia del domingo pasado en la Gurudwara.

jueves, abril 27, 2006

SIKHS, YOGA, MÚSICA Y LA ÚLTIMA CLASE

Mi relación personal con los Sikhs no tiene mucho que ver con el yoga. La única relación más o menos directa está en que una tía de mi amiga hindú es profe de yoga en la India y, por supuesto, hemos hablado sobre el tema. Además, a mi amiga le encantó el CD de Snatam Kaur que le presté, “Shanti”, que contiene algunos de los Japji de Guru Nanak cantados con la magnífica voz de esta mujer.
Pero, aunque yo siempre relaciono a los Sikhs y la India con el yoga, este tiene una importancia poco relevante en mis experiencias al respecto.Ya he contado que he estado alguna vez en su templo, compartiendo alguna celebración con los Sikhs hindús de Barcelona. Y se aproxima una fecha importante para ellos, así que el próximo domingo tengo una cita nuevamente en el (0 “la”, nunca lo tengo claro) Gurudwara. Este próximo fin de semana conmemoran el nacimiento de Shri Guru Ravidass Maharaj Jee y allí estaré yo, con mi salwar kameez y mi ignorancia absoluta del punjabi. Menos mal que tengo una buena interprete que me va explicando lo que se dice, porque todo mi vocabulario se reduce a decir “gracias” (Shukria). Eso sí, espero que este verano me enseñe un poco de su idioma. He comenzado a estudiar un poco e incluso ya sé escribir mi nombre en punjabi. Todo es comenzar.
Otra cita ineludible que tengo próximamente es la noche (íntima) de música con Snatam Kaur el próximo 2 de junio en la Basílica de Santa María del Pí. Yo ya tengo mi entrada. Me gusta mucho el CD que tengo ("Shanti", el de “Grace” caerá en breve, porque tengo muchísimas ganas de comprármelo) y, entre ese, uno de Tarn Taran Singh y el de “108 names of Mother Divine” en mi escalera deben pensar que me he apuntado a alguna secta. Uno de mis profes se reía el otro día cuando le decía esto. Pero es que desde que hago yoga me he aficionado un montón a la música que escucho en clase. Mis favoritas, entre muchas más de las que aún desconozco el título, son el “Akaal Murat”, “Gobinde Mukande”, “Ra ma da sa sa se so hung” y el “Mool Mantra” (que los Sikhs cantan en su templo y que este fin de semana espero cantar yo también).
En fin, que aún no he comentado mis impresiones de la última clase. La profesora que teníamos hasta ahora ha dejado el centro y el martes pasado tuvimos una profesora suplente con la que no había hecho clase nunca. Nos había preparado una kriya para el tercer chakra y yo aún ando con agujetas. Definitivamente, además de que la respiración de fuego es mi talón de Aquiles y que la practicamos bastante durante esa clase, todos los ejercicios que involucran a las abdominales son otro de mis puntos flojos a trabajar. Reconozco que están para el arrastre, pero hacer cuatro o cinco ejercicios seguidos trabajando con ellas me resultó especialmente duro. Y el resto de ejercicios involucraba mucho trabajo de brazos, otro de mis puntos débiles (tengo tantos). También hicimos la Cobra y la Langosta. Eso sí, a pesar de las agujetas, noto que tanto los brazos como las abdominales van cogiendo fuerza, pero aún no la suficiente. Paciencia, me digo yo. Eso sí, disfruté muchísimo con la meditación que nos propuso. Con lo mal que canto y lo mucho que disfruto haciéndolo.