OLORES DE TODOS LOS SABORES

Uno de los consejos que se acostumbran a dar en cuanto a la etiqueta de clase es no ofender con olores o fuertes perfumes a los que te rodean. Los perfumes, por buenos que sean, pueden ofender nuestras pituitarias si son excesivamente fuertes e intensos. Y otros olores que habitualmente podemos encontrar en una clase son el olor a pies, que puede resultar tan desagradable para el que lo padece como para los demás, y el olor a sudor cuando los ejercicios han sido especialmente intensos. Ayer, sin ir más lejos, hicimos una kriya cortita pero que nos –me- hizo sudar de lo lindo. Especialmente terminé empapada con el calentamiento, que consistió en hacer cuatro o cinco veces –perdí la cuenta- el saludo al sol. El enlace lleva a una variación del que hicimos.
Inhalas subiendo los brazos por los costados hasta que las palmas queden sobre tu cabeza un poco separadas una de la otra, y luego las llevas a la posición de rezo exhalando. Inhalas en esa posición y exhalas bajando suavemente hasta tocar el suelo con las puntas de los dedos. Inhalas estirando las piernas y subiendo la cabeza, exhalas doblando ligeramente las piernas y tocando el suelo con las palmas de las manos. Inhalas, das un salto y te quedas en ¿pirámide?. Exhalas bajando la pelvis hacia el suelo suavemente hasta quedar en la posición de la cobra. Te quedas respirando largo y profundo en esa posición unos instantes. Luego, saltito y postura del triángulo, con las plantas de los pies bien apoyadas en el suelo. Respiras largo y profundo, luego un saltito para colocar los pies junto a las manos. Finalmente inhalas subiendo la espalda suavemente vértebra a vértebra y terminas con una exhalación en postura erguida. Bueno, más o menos fue así, aunque era la segunda vez que hacía el saludo al sol y no tengo mucha práctica.
Pero hablaba de olores. Hace una semana tuvimos la mala suerte de que habían pintado en una habitación contigua a la sala de yoga y un fuerte olor a disolvente se colaba en clase. Una chica, al poco rato, pidió que se pusiera más incienso porque el olor resultaba bastante penetrante. Yo estaba bastante alejada de la puerta y del lugar del que procedía dicho olor, porque había llegado un poco tarde y mis sitios favoritos estaban todos ocupados. Me tocó extender mi pareo junto al podio del profe (para que vea lo mal que lo hago, jeje) pero a pesar de la distancia, al rato tenía una sensación desagradable. Y eso que hicimos casi todos los ejercicios respirando por la boca (no sé si fue aposta) y supongo que, de esa forma, el olor a disolvente es menos agresivo. Pero, al salir de clase, tenía una especie de sensación que yo calificaría “de globo”. Salí entre flotando y andando.
Una de las cosas que más me gustan, en cuanto al sentido del olfato, es el perfume suave a incienso del que se impregna mi ropa de yoga. La saco de la bolsa y me la acerco a la nariz ¡huele tan bien!
Por cierto, ayer hicimos una meditación interesante que ya habíamos practicado en una clase anterior con un mantra distinto: en postura fácil, las manos en el mudra de oración a unos 8-10 cms del nacimiento de la nariz y respiración larga y profunda. Luego me quedan los brazos hechos cisco pero mi profe asegura que una vez traspase la frontera, seré capaz de estar todo el tiempo que quiera.